martes, 16 de febrero de 2016

Estaré bien.

Desperté tras un sueño profundo y doloroso. Estabas tú (cómo no). Y estaba yo. Estábamos ambos descansando en el asiento trasero de tu coche. Yo contaba tus pecas mientras tú te dedicabas a mecer suavemente mi pelo alrededor de tus manos. Entonces te girabas para observarme detenidamente, sí, como solías hacer cuando me llevabas al cielo. Te gustaba verme. Era satisfactorio quizá para ti. Y yo qué se. Pero me mirabas, con esos ojos tuyos que podría retratar una y otra vez. Esos ojos que nunca jamás olvidaré. Y entonces desperté. 
¿Por qué doloroso? ¿Por qué duele un sueño en el que nosotros somos los protagonistas? Un sueño que bien podría ser una imagen cotidiana de lo que fuimos. Dos amantes que se observan. Que se sienten y que se acarician. Dos almas unidas por un sentimiento llamado amor, sí, así le dicen. 
Pues dolía. Dolía porque en esta jodida realidad yo ya no soy a quién tu observas. Tus dedos no se enredan en mi cabello, ni tampoco tus ojos se clavan en mí ser. Y joder que si duele. 
Te marchaste en invierno. Como siempre. Sabías que odio  el frío  y aún así te empeñaste en hacérmelo gélido. Cogiste tus recuerdos y te los llevaste lejos, los quemaste con un espejo y el sol. El sol que fue testigo de aquellas tardes veraniegas en las que solo existíamos nosotros. Y nadie más. 

No soporto esta agonía. Es un túnel sin salida. Sino es ese sueño tan amable que me duele y que propicia mis lágrimas sin más prospecto que un corazón roto, es una pesadilla en la que tu ya no estás. Pero lo peor de ésta, es que en esta vida real, tu ya no estás. Yo ya no te tengo. Por eso mi corazón está roto en pequeños cristales. Tú sabías que mi corazón era de cristal. Moldeado para tí. Modelado a tu gusto. Y decidiste romperlo así. Sin un por qué, sin una razón de fuerza mayor. 


No me has dejado darte todo el amor que tenía en un cajón de mi alma guardado. ¿Por qué? Mi lamento ahora es ahora lo único que quiero hacerte llegar. Qué estupida, pensarás. ¿Qué hace intentado amargar mis días? Dirás. Pero no. Yo solo quería seguir poseyendo tu luz, aquella que iluminó mis días oscuros cuando todo me escocía. 


No sé. Supongo que seré la culpable de mi propio dolor. No puedo culparte más. ¿Qué culpa tienes tú si yo no soy para ti? Ninguna, claro que no. Quizá es hora de remontar, ¿no crees? Ahora, que la primavera está cerca y los almendros en flor, encuentro esperanza en cada rayito de sol. Sí, ese sol que ya sabes, nos calentó en algún momento durante nuestra bonita historia de amor. Al fin y al cabo, de las historias con finales tristes y dolorosos siempre se extraen momentos bonitos y eso es lo que hago yo con la nuestra. Sobreviviré.Y ya sabes que tienes un palco en mis sueños,porque últimamente no sales de ellos. Espero que sonrías como lo hacías conmigo, y que esta primavera florezcas de nuevo. Y yo.. yo estaré bien. 

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