martes, 5 de abril de 2016

Pasó.

Llega un momento en el que te das cuenta de que todo ha pasado. Que si, que volverás a sufrir, volverás a llorar sin freno, volverá tu corazón a clavarse en tu ser. Pero no por el momento. Ahora estas recompuesta. El betadine en forma de sonrisas hizo su efecto y ya estás curada. Las tiritas para quien las necesite ahora, que tu no. Tus pensamientos dolorosos ya no te producen escozor, ni siquiera angustia o pinchazos incesantes en tu alma. Se acabó. 
Se acabó todo lo que conllevaba ese dolor. Se superó. Se terminó. El verbo que quieras que signifique que ese capítulo está cerrado. 
Y entonces, estás preparada para muchas cosas para las que todavía no lo estabas. Ni siquiera  lo estabas hace un mes cuando ya no dolía pero todavía existía el odio. Ni tampoco cuando disfrutaste huyendo de boca en boca. Es ahora, cuando hablas del sufrimiento como algo que le ocurrió a otra persona. Cuando todo lo que fluye alrededor de eso ya no te perturba la existencia. Ni tampoco lo hace esa persona. 
Estás en paz contigo misma. Con el alma del otro. Con ese tema. Con lo que te rodea. Y ya eres capaz de nuevo de todo, aunque bien es cierto, que siempre has sido capaz de todo, nunca has dejado de serlo. Pero por si acaso. Ahora más. 
Y puedes mirar libremente, y puedes pensar sin poner barreras. A veces la nostalgia vuelve, pues los momentos que perduran en la eternidad de nuestras almas no desaparecen, y eso va siempre con nosotros. Pero los aprecias, ya no los maldices ni los intentas borrar con corrector. 
Ya pasó. Sabes que estás preparada para volver a hacer latir ese corazón, y que quizá vuelva a romperse. Pero seguirá funcionando. Es así la mecánica del corazón, como diría Mathias Malzieu.
Y no hay más que expresar, si ambos sabéis lo que fue, lo que es y lo que será. Ni tampoco hay más que lamentar, ni suplicar, ni arrepentirse.Ni quejarse, ni perder. Ni tampoco extrañar. 
La vida une y separa de la misma forma que crea y mata. Y nadie nunca cambiará eso.
Y tú nunca volverás al mismo círculo hiriente alrededor de alguien. O al menos de ese alguien. 
Las cosas terminan, unas veces mejor, otras peor. Unas veces tú sufres más y otras tú siquiera sientes nada. Pero en esta ocasión, el sufrimiento ha sido compartido y nunca será olvidado, como tampoco lo serán las sonrisas. 
Lo esencial, de estas palabras que escribo un martes de Abril cualquiera, es que te has sobrepuesto al dolor. Has alcanzado la cima que necesitabas alcanzar. Puedes respirar profunda y tranquilamente. Que ya todo se acabó. 

Que ahora si que puedes escribir un reconfortante punto y final. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario